Motosierra low cost
06 Agosto 2025
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En la Argentina de 2025, la política dejó de ser un espacio de representación para convertirse en un reality show sin libreto, donde lo único que parece tener rating es el caos. Las ideas, las convicciones y los proyectos fueron reemplazados por consignas gritadas, sorteos de sueldos y conferencias que parecen más un streaming de Twitch que actos de gobierno.
El Presidente sigue convencido de que la motosierra es una política pública y no una metáfora. Aunque, a esta altura, habría que avisarle que sin combustible (léase: sin plan, sin gestión, sin equipos) no corta ni papel manteca. Aun así, sigue girándola con entusiasmo, mientras el Estado se deshace… pero las estructuras del poder, curiosamente, no.
Mientras tanto, los aliados ocasionales del oficialismo —como el PRO, ahora convertido en un apéndice silencioso— asisten a este show desde la platea. Ya no opinan, no discuten, no proponen. Aplauden en diferido y rezan para que no los señalen como parte de “la casta”, aunque llevan décadas viviendo de ella.
En el Congreso, la escena no es menos absurda: proyectos que no avanzan, leyes que se caen y negociaciones que parecen sacadas de un mercado persa. Todo bajo el mantra de “no tranzar con nadie”, mientras se transa con todos. El arte de gobernar ha sido reemplazado por el arte de resistir twitteos.
Pero lo más paradójico es que en nombre de la “meritocracia” y el “esfuerzo individual” se celebra un modelo de gestión basado en el azar. Se sortean cargos, decisiones y hasta principios. El Estado ya no planifica: improvisa. Y si no alcanza, grita. Porque para este gobierno, el conflicto es combustible y la incertidumbre, un plan.
Y del otro lado, la oposición juega a que existe. Dispersa, fragmentada, temerosa de perder los pocos votos que le quedan, se limita a tuitear comunicados con tono grave y a mirar encuestas como si fueran oráculos. ¿El resultado? Una ciudadanía sola, confundida y cada vez más descreída.
Argentina atraviesa una etapa donde parecer es más importante que ser. Donde la narrativa reemplazó a la política y el show, a la gestión. Pero, como todo espectáculo, esto también tiene un final. La pregunta es si vamos a aplaudir de pie… o salir corriendo antes de que se prenda fuego el escenario.